Un tsunami llamado Abe
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José Manuel Silva
El 4 de abril, el Banco de Japón anunció un nuevo capítulo en lo que se ha denominado la guerra de las monedas. Durante casi dos décadas Japón ha estado sumido en una permanente deflación. Ella se originó en el reventón de una burbuja inmobiliaria que llegó a valorar los jardines del palacio imperial en Tokio de la misma manera que todo el estado de California. El reventón produjo la virtual quiebra de la banca nipona y una permanente caída de los índices bursátiles que aún no se recuperan (20 años después). El banco central japonés ha sido criticado por una reacción tardía en aquel entonces, lo contrario a lo realizado por EEUU en 2008. Quién sí reaccionó fue el fisco japonés que se embarcó en una clásica política keynesiana de obras públicas que llegó a pavimentar hasta las laderas del Monte Fuji, financiada por déficits fiscales que convirtieron al país del sol naciente en el más endeudado del mundo desarrollado (200% del PGB).
A pesar de lo anterior, Japón no ha logrado escapar de las redes deflacionarias. Una demografía en fuerte descenso obviamente no ha contribuido, ni el ascenso de otras potencias industriales que compiten con sus exportaciones (Corea, Taiwán, China). Sí debe reconocerse que la población nipona ha logrado ser parcialmente protegida de este reventón por la señalada política. Sin embargo, ésta parece haber alcanzado un punto de rendimientos decrecientes. El gobierno japonés no hace un yen más de deuda y el país por primera vez en décadas presenta un déficit de cuenta corriente (por el envejecimiento de la población según algunos). Esto quiere decir que en algún momento, de seguir esta tendencia, el gobierno japonés deberá colocar deuda en los mercados internacionales, ya que su mercado de capitales local se está quedando sin ahorro. Esta colocación no se haría a las bajísimas tasas que coloca internamente.
Dado lo anterior, el entrante gobierno de Shinzo Abe ha decidido “patear el tablero” y cambiar radicalmente la política monetaria del país. El nuevo gobernador del banco central, Haruhiko Kuroda, anunció que la base monetaria crecerá a un ritmo anual de entre US$ 600 mil millones y US$ 700 mil millones (entre 13% y 15% del PGB). Ello hasta lograr una tasa de inflación anual de 2 %. La inflación promedio de los últimos diez años es de -0,13% anual. Esto se hará comprando bonos del gobierno japonés en el mercado y alargando la madurez del stock existente. Como consecuencia, la moneda japonesa ha sufrido una fuerte devaluación pasando de 80 yenes por dólar a casi 100. La bolsa japonesa, muy intensiva en exportadores, ha subido de 9.000 puntos a 13.000. Japón ha decidido reactivar su economía exportando su deflación y generando una inflación interna de bienes y activos. Esto quizás impulse el consumo de los hogares. A su vez, la devaluación permitiría eliminar el déficit de cuenta corriente y reactivar el alicaído sector exportador.
La decisión de Abe y su equipo provocará un nuevo tsunami de liquidez que golpeará las costas de todo el mundo. Los bancos japoneses venderán sus posiciones en bonos de gobierno y tendrán que prestar la plata. ¿A quién? Las empresas japonesas son generadoras de caja. Los hogares, envejeciendo, es poco probable que quieran apalancarse. La liquidez se irá al mundo en una desesperada búsqueda de retornos con bajo riesgo. Países como Chile con buenas clasificaciones de riesgo y tasas reales de 2,5% a diez años enfrentarán un fuerte desafío, lo mismo Brasil que además tiene una especial conexión con Japón, por la gran comunidad japonesa/brasilera.
Otros en problemas son los competidores industriales de Japón, en especial los europeos. Si el yen se sigue devaluando, la deflación europea se agravará, dado que su expectativa de salir exportando de la crisis se vuelve un espejismo. El Banco Central Europeo deberá contrarestar las medidas de su par japonés con más política monetaria. Los bancos centrales de los países desarrollados están claramente inflando una nueva burbuja. Hoy, el país desarrollado que se ve menos mal es Estados Unidos. Es probable que su moneda se revalúe contra el yen y el euro y que una parte de la gran liquidez entre a su bolsa y a su mercado de alto rendimiento. Los bonos de gobierno norteamericano parecen caros. El resto cazará oportunidades en los emergentes, si China y su macroeconomía no dicen lo contrario.